Por Leticia Lucero, representante del Centro de Investigaciones Biológicas (CIB)
Antes de empezar: aquí tenéis el powerpoint que acompaña al testo: Tengo un grado en ciencia, y ahora qué
Seguro que muchos de vosotros os habéis hecho en algún momento esta pregunta, y casi seguro que ha sido al final de la carrera. Para empezar, me gustaría que echásemos a volar un poco la imaginación. Quiero que os imaginéis a esa persona que ha estudiado ADE, o económicas, o derecho, y que ahora tiene un puesto de trabajo, ¿cómo sería esa persona? ¿y su entorno? ¿Lo tenéis?, perfecto. Ahora quiero que hagáis lo mismo, pero esta vez imaginándoos a una persona que ha estudiado una carrera relacionada con ciencia. Supongo que, al imaginarte a estas dos personas, a la primera te la imaginabas vestida de traje y corbata, con mucho don de gentes, con contactos, y, sobre todo, con mucho dinero para poder llevar a cabo todos los proyectos que se proponga. Por otro lado, tenemos al científico, vestido con una bata, encerrado en su laboratorio mientras se embebe en sus pensamientos y que de vez en cuando sale a hablar con el colega del laboratorio de al lado.
Pues bien, esta situación debe cambiar, porque existen muchos trabajos en los que un científico puede trabajar, y que muchas veces no nos cuentan o están muy olvidados. Para poder deshacernos de los estereotipos hay que cambiar de mentalidad. Ese cambio de mentalidad hay que producirlo desde la base, y para ir a la base tenemos que ir a las universidades.
Las facultades de ciencia españolas tienen varios pros y varios contras. Un pro altamente positivo es que hace a sus estudiantes altamente competentes en lo que al conocimiento científico en sí mismo se refiere. Sin embargo, presentan un contra muy relevante, y es que se centra tanto en el primer objetivo que se olvida de enseñar a los estudiantes una serie de conocimientos complementarios que ayuden al estudiante tanto a conocer todas sus posibilidades laborales, como las herramientas necesarias para poder acceder a ellas tras completar ese salto al vacío que supone el fin de la carrera universitaria. ¿Y qué hay al otro lado de ese salto al vacío? Un abanico amplio de posibilidades; desde seguir la etapa estudiantil estudiando un máster, y en todo caso continuar haciendo un doctorado, o bien insertarse en el mundo laboral como asesor científico, emprendedor y director en una empresa, investigador, docente o periodista científico y divulgador. De hecho, es posible elegir varias de estas opciones al mismo tiempo.
Lo malo es que en la universidad únicamente nos focalizan a la investigación y/o a la docencia, y en muchos casos ni siquiera nos cuentan qué pasos hay que seguir para poder llegar a completar nuestra formación como investigador. La masificación de estos dos últimos puestos de trabajo por falta de conocimiento en cuanto a las demás opciones hace que, junto con la actual falta de fondos en ciencia, los estudiantes no encuentren un trabajo relacionado con su carrera se ven forzados a emigrar al extranjero en gran número (los datos del 2008 al 2014 muestran que el 10% de los científicos españoles se han visto forzados a trabajar fuera de España). Y los que no tienen la opción de irse del país, acaban en puestos de trabajo que nada tienen que ver con la ciencia. La situación es bastante absurda; el estado invierte dinero en la formación obligatoria de estudiantes, de los cuales 1/4 acaban estudiando una carrera, y que de esos el 20% por ciento la acaba haciendo de ciencias, para lo cual el estado tiene que seguir invirtiendo dinero para su formación universitaria. Y todo ello para que al final se nos vallan muchos de ellos o acaben no trabajando en ciencia, por tanto, es un sinsentido, porque estas inversiones del estado a largo plazo acaban no teniendo retorno, suponiendo una pérdida económica importante.
Ya que no está en nuestra mano el poder cambiar el estado económico por el que estamos pasando, al menos podemos tratar de diversificar el trabajo al que puede optar un científico. Pero para ello necesitamos de las herramientas y los conocimientos necesarios que nos lo faciliten. ¿Y cuáles son estas herramientas y conocimientos?; Son algunos como estrategias para el emprendimiento, que forje a futuros científicos líderes y emprendedores, que formen empresas que den puestos de trabajo para otras personas también jóvenes. O el networking que nos enseñe a generar contactos para que, en primera instancia, nos sea más fácil insertarnos en el mundo laboral, y en última, tener colaboradores, socios e inversores. Las estrategias para la divulgación, aunque olvidadas, son también muy importantes debido a la labor de explicarle a la población que nada tiene que ver con ciencia que, por ejemplo, en el campo de la investigación muchas de las cosas que hacemos, aunque parezcan irrelevantes, pueden llegar a ser soluciones para problemas de la vida cotidiana a largo plazo. Haciéndoles entender esta premisa, podemos ganárnoslos como inversores, y con ello podremos llevar a cabo nuestros proyectos. Por otro lado, aprender un poco de legislación aplicada a la ciencia también puede ayudarnos en varios aspectos legales a tener en cuenta a la hora de tener un trabajo como los que mencioné anteriormente, y por último y lo que es más cercano a un estudiante, cómo conseguir becas de máster pre y post doctorales así como dónde buscarlas o a quién acudir para conseguirlas.
Aun así, parece que las universidades están empezando a tomar conciencia de esta situación. En mi experiencia puedo decir que cuando estaba en el grado y llegué a cuarto curso, tuve una asignatura troncal en la que me dieron nociones básicas sobre investigación, emprendimiento, patentes, propiedad industrial e intelectual, y networking. La idea era muy buena, pero por desgracia estaba mal planteada, ya que consistió en varias charlas de dos o tres semanas a razón de 4-5 horas al día en la que te impartían una gran cantidad de conocimientos completamente nuevos y ajenos a todo lo que habíamos estudiado hasta el momento en poco tiempo, y no había manera humana de digerirlos todos.
Por suerte, cada vez están surgiendo más grupos y asociaciones que intentan suplir estas carencias. Una de ellas es la AEBE (Asociación de Estudiantes de Biología en España), fundada en Junio de 2016 a raíz de la creación de su homólogo europeo, YEB (Young European Biologists). El objetivo principal de la AEBE es crear una red de interacción entre estudiantes, universidades e instituciones españolas, tanto públicas como privadas. Para este fin, la AEBE cuenta con una junta directiva y un equipo interno, encargados de coordinar a una serie de representantes presentes en diferentes instituciones y universidades a lo largo de España, que informan acerca de las actividades complementarias y paralelas a la carrera de biología que se oferten en el centro que estén representando. Además de todo esto, la AEBE cuenta con una serie de entidades asociadas, que de igual modo, se encargan de ofrecer asesoramiento, cursos y demás actividades complementarias y de gran utilidad, como el asesoramiento para el emprendimiento.
De manera que nuestro objetivo final es conseguir pasar de tener estudiantes desmotivados, sin recursos, que no pueden trabajar de lo que les gusta, o que tienen que emigrar muchos años al extranjero de manera forzosa, a veces incluso sin opción de retorno, a tener estudiantes con trabajo, motivados, con recursos y con ganas de superarse.
De modo que, volviendo a los estereotipos de los que hablábamos al principio, ¿por qué ceñirnos únicamente al de científico de laboratorio? ¿Por qué no ser, por ejemplo, emprendedor y director de una empresa? O incluso, ¿por qué no ser ambos? Lo único que nos falta es un pequeño empujoncito, y las herramientas necesarias para lograrlo.