2. La curiosidad mató al humano

Que sí, que la frase original hace referencia al “gato”, pero este animal no es ni la mitad de curioso que nosotros. Aunque algunas personas afirmen ser poco curiosas, lo cierto es que este comportamiento es algo que viene en nuestro manual de instrucciones, el ADN, y por tanto no se puede evitar, de la misma forma que no se puede evitar escribir bien, ser un atleta de élite o un virtuoso de la guitarra, que son cosas que también vienen en nuestro ADN.

En primer lugar, ¿qué es eso de la curiosidad? Resumidamente: es un comportamiento innato de algunos animales que les lleva a querer buscar información del entorno. Si tenéis mascotas seguro que lo veis de continuo. Por ejemplo, cuando llaman a la puerta de vuestra casa, abrís y el gato también se asoma con vosotros para ver con quién estás hablando, o si os gustan las mascotas especiales, como a mí, y tenéis ratas, cuando abres una ventana y asoman como locas los morritos entre los barrotes de la jaula y se ponen a olfatear. Estos animales quieren saber qué está pasando a su alrededor, es decir, están buscando información. Como todo en este mundo, este comportamiento no ha permanecido si no sirviera para algo: la curiosidad nos ayuda a sobrevivir. Sin ella no existiría el aprendizaje que pasa de padres a hijos, ni seríamos capaces de conocer cómo se comporta un depredador para evitarlo, ni encontraríamos alimento, casa o abrigo. Es algo necesario; más de lo que mucha gente pueda creer.

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Los humanos no nos quedamos cortos en esto; sin duda somos unos de los seres más curiosos de este planeta. Este comportamiento se detecta a la perfección cuando somos juveniles, es decir, de niños. No conocemos prácticamente nada de nuestro alrededor. Podríamos pasar olímpicamente de ello, pero no, necesitamos saber por qué el cielo es azul, por qué los pájaros vuelan o una cosa tan tonta como qué significa “gilipollas”. Sin embargo, la curiosidad tiene utilidades e inutilidades, como casi toda característica biológica. Eso que usa el científico para descubrir la cura contra el cáncer es exactamente lo mismo que usa la maruja para descubrir que la vecina del quinto tiene a la niña “preñá” con 16 años, porque ya decía yo que esa niña era una guarra. Sí, amigos; usar un citómetro de flujo y ver Sálvame cumplen exactamente la misma función: buscar información. Uno para averiguar el número de moléculas de ADN que tiene una muestra y el otro para descubrir si Belén Esteban sigue enamorada de Jesulín de Ubrique. ¿Qué os parece? La biología es así; todo tiene sus pros y sus contras. No existe la perfección, sino las características más adecuadas acorde el modo de vida del organismo en cuestión. En nuestro caso, no disponemos de garras ni venenos; nuestra única arma es el cerebro. Tenemos que fabricar cosas, diseñar estrategias para conseguir sobrevivir. Con más razón necesitamos información sobre el entorno. Lo que pasa que este mecanismo va a estar siempre presente y de ahí que exista el temido marujeo.

Y aquí era donde yo quería llegar; desde hace mucho tiempo, me encuentro con gente que dice que huyó de la tele a internet debido a que todos los programas estaban cayendo en la casposa prensa rosa, yo incluida. Sin embargo, una vez te enfrascas en este mundo te das cuenta de que es imposible huir del marujeo. Por eso ha aparecido un colectivo de personas que ven con malos ojos aquellas personas cotillas, que disfrutan de saber sobre la vida de los demás o de situaciones morbosas, como peleas, ver accidentes, imágenes grotescas, muertes, etc. “Es que a mí esas cosas no me interesan”. Yo lapidaría esta maldita frase porque huele a postureo desde la Casa Blanca. Decir eso es lo mismo que decir que carecen de curiosidad, cosa que no es cierta (al no ser que tengas alguna enfermedad mental que te impida poner en marcha esa característica). Ser curioso es una tarea que no hace distinciones: o buscas información de tu entorno o no la buscas. Que luego esa información sea útil o inútil, eso ya es otra cosa distinta. Según las observaciones que he hecho con un amplio número de personas (las que me he encontrado a lo larga de mi vida, vaya) tengo una hipótesis al respecto sobre esta gente: tal vez no les interese Sálvame o si Fulanito se pelea con Menganito, pero probablemente arrimen el pabellón auditivo a la pared cuando sus vecinos se están peleando o están disfrutando del placer de la reproducción. Mi cerebro no es el mismo que el tuyo; mis conexiones neuronales son únicas y están formadas en base a la experiencia y la genética, y nunca son constantes a lo largo de toda la vida. Por eso a unas personas les interesa un tipo de información y a otras no. Siempre se acaba cayendo en el marujeo, tarde o temprano, sobre todo cuando la información en cuestión tiene que ver con una persona que conoces; ahí las probabilidades aumentan como la espuma.

No estoy diciendo con esto que ser una maruja sea lo más de lo más, sino que lo que pretendo es bajarles los humos a todos aquellos posers que buscan likes fáciles y la aprobación de otros (cosa que también es innata en nosotros y en la que todos acabamos cayendo, pero ya hablaré otro día de eso). Sin la curiosidad no habríamos llegado nunca hasta donde estamos: no habríamos desarrollado las vacunas, los coches, la agricultura, la ganadería, la universidad, los transplantes, etc. Nunca habríamos conseguido aumentar el número de seres humanos hasta casi considerarnos una plaga si no fuésemos curiosos. Seguiríamos igual que una esponja: enganchados permanentemente al mismo sustrato. Lo que quiero decir con esto es que a veces hay que ser un poco más comprensivo y humilde. Cada uno tiene derecho a invertir su tiempo como bien quiera, siempre y cuando no haga daño a nadie, y nadie es quién para juzgarle, sobre todo porque nadie es perfecto. Lo que quiero que os quede claro es que esto desde el punto de vista biológico no es algo nuevo ni raro, sino algo natural con lo que TODOS debemos convivir, mejor o peor, el resto de nuestra vida.

 

Espero que tengáis un buen día

Por Vibrio Vibrensis